Preferiría no recordarlo pero quiero compartirlo con las personas que leen este blog. Para que los niños pudieran empezar la escuela tuve que ir un par de veces a Santo Domingo a la Secretaria de Educación para que me dieran la autorización para matricularlos. La segunda vez los niños no quisieron venir, la verdad es que es una paliza, y se quedaron en el apartamento.
Pasé todo el día fuera y llegué de noche. Tiqui y Taca se pusieron muy contentos al verme y los cogí para calmarlos. A cada uno lo tenia cogido con un brazo pero Taca que es muy nerviosa se me escapó y cayó al suelo. No os podéis imaginar la escena, se golpeó contra la mesa y rebotó hacia el suelo. Se quedó quieta, con la lengua afuera y los ojos abiertos. Aun cuando lo recuerdo se me escapan las lágrimas. Dejé a Tiqui en el suelo y la cogí corriendo, noté que su cuerpo estaba rígido y su lengua se volvía morada. Le grité su nombre, la zarandee en todas direcciones a ver si reaccionaba y nada.
Por mi cabeza pasaban miles de cosas, pero no podía pensar con claridad, quería llorar pero no me salía ni una lágrima solo gritos maldiciendo la hora en que había llegado. A eso la Elisabet llorando, el Alexei atónito y el Igor quería cogerla para hacer lo mismo que yo hacía.
Se me ocurrió que en algún sitio de la televisión había visto hacer el boca a boca a un perro y quise intentarlo. Tenía la boca cerrada y no podía abrírsela, además con la dificultad añadida de su tamaño, por entonces no hacía más de un palmo. Por fin se la pude abrir. Bufé suavemente cerca de su boca varías veces. Mientras tanto, me seguía maldiciendo pensando que qué se me había perdido aquí, que no podía recurrir a nadie, y yo sin coche a donde iba??? Hipócrita de mí me acorde en varias ocasiones de Dios y le supliqué que me ayudara. Supongo que en estas situaciones todo vale.
Igor iba buscando el latido de su corazón y por fin dijo "mama está bien, mueve los ojos". Durante meda hora, por lo menos, la tuve en brazos sin quererla soltar, me sentía culpable de haberle hecho daño y me sentía fatal por no haberme mantenido serena por los niños, vaya espectáculo que dí. Los tres llorando y yo pegando gritos de ayuda, maldición, desesperación, etc...
Cuando al fin la dejé en el suelo, comprobé que podía andar y enseguida se puso a jugar con su hermanito como si no hubiera pasado nada.
Cuando al fin la situación estuvo controlada y pude hablar con Josep, me vine a bajo y me pude desahogar llorando.
Por Dios, que volátil es una vida....
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