Ayer volvimos a ir a la playa de Macao. Cuando ya estábamos a punto de irnos se nos acercó una niña que vendía unas frutas parecidas a unos limones muy pequeños. Van en ramas y llevaba cogidas varias ramas en forma de ramo.
Estábamos la Elisabet y yo sentadas en las toallas mientras el Igor y el Alexei salían del agua.Me sorprendió que lo primero que hiciera la niña fuera decirnos hola como si nos conociera de toda la vida y se sentó a nuestro lado. Nos miró observándonos con detenimiento. Nos preguntó nuestro nombre y yo le pregunté el suyo, la verdad, no lo recuerdo. Le preguntó a la Elisabet la edad y ella le respondió y le preguntó la edad a la niña, tenía doce años, uno más que la Elisabet.
La verdad es que estaba mucho más formada que la Elisabet, era más alta, con el pelo hasta el hombro y rizado, tenía una mirada triste y cicatrices profundas en los brazos, no alcancé a ver si tenía en alguna otra parte del cuerpo. Vestía con una falda plisada de pata de gallo y un polo de color rosa bastante sucio. En lo que si me fijé es en que se le veía una barriga sospechosa de embarazo, no se, no me atreví a preguntar.
Como he dicho, tenía una mirada triste pero muy inocente, mantuvo una conversación con la Elisabet de niñas. Entonces sacó un boli de un bolsito también bastante sucio y rayado de bolígrafo. Me enseñó la mano llena de borrones de boli y se dibujó unos corazones y me preguntó que cual quería, yo le dije que no, pensaba que después me pediría dinero. Al ver que le decía que no me dijo que no costaba dinero. Yo insistí que no pero me chocó que no quisiera dinero. Nos preguntó si nos gustaban los "mamoncillos" y le dije que no los habíamos comido nunca. Nos dio a probar. Para abrirlos hay que morder suavemente y se rajan en redondo, la piel sale en dos mitades y queda un fruto parecido al lichi, es todo hueso y tiene un cuerpo como gelatinoso y un sabor que al principio parece un poco ácido. No me encantó. Entonces me dijo que le comprara el ramo y me pidió 30 pesitos(0,60€), Dios, si eso no es nada para los timos que te quieren hacer en este país. Sentí compasión por aquella niña que ha saber que pasa si no lleva dinero a casa, sentí vergüenza de darle los 30 pesos y le dí 100. Me dio tanta pena que le hubiera dado más, pero tampoco sabes si es bueno hacer alarde de dinero y generosidad.
En los cinco meses que llevo aquí, es la primera persona que encuentro que no busca nada y que no intenta engañarte. Cuando comíamos la fruta pensé en la diarrea que nos podía dar, que quizás esos frutos no fueran ni comestibles, pero sentí que tenía que hacerlo y me hizo sentirme bien. La niña nos agradeció mucho que le diéramos más dinero y nos quería dar otro ramillete de mamoncillos, yo no lo acepté y le dije que podía sacar más dinero vendiéndolos, aunque no sé si hay muchos turistas que compran una cosa que no se sabe lo que es, en fin, por fin he encontrado la esencia del país, lo que hizo que hace veinte años me enamorara de la República Dominicana.
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